lunes, 12 de marzo de 2007

Identidad Cultural

Diario de Navarra 2007/03/12

"Hasta que no se produzca una renuncia a dirigir y autentificar la identidad del prójimo no puede escandalizar a nadie que el nacionalismo vasco sea percibido por muchos como la principal amenaza para el futuro de la sociedad navarra."
IÑAKI IRIARTE LÓPEZ

Identidad Cultural
LA publicación en fechas recientes del trabajo de investigación realizado por la Sociedad de Estudios Vascos sobre Identidad y cultura vascas a comienzos del siglo XXI ha desvelado datos acaso esperados, pero no por ello menos interesantes ni menos trascendentes para comprender la situación política navarra.

Según dicha investigación, nada menos que el 75% de los navarros no se siente vasco. Entre los ciudadanos del País Vasco francés por lo menos el 76% se considera en mayor o menor medida francés, mientras que sólo el 56% se autodefine como vasco, en una u otra proporción. Incluso en la Comunidad Autónoma Vasca no pasan del 36% quienes incluyen a Navarra dentro de Euskal Herria -y de ellos un nada desdeñable 16% excluye de esta denominación al territorio vasco-francés-.

El hecho de que una institución tan respetada y poco sospechosa de antinacionalista como Eusko Ikaskuntza publique estos datos debería hacer reflexionar al nacionalismo razonable -ya que con ciertos fundamentalistas parece ocioso albergar cualquier esperanza de reflexión-. La gran Euskal Herria unificada y soberana cuya construcción protagoniza casi en exclusiva toda su labor política choca diametralmente con los sentimientos de, cuando poco, la aplastante mayoría de los navarros y de los habitantes del Pays Basque. Ciertamente, cabe soñar que una mañana, merced a la propaganda política, educativa y mediática, unos y otros comprenderán, de golpe, que son vascos, que lo han sido desde siempre, aunque ni siquiera lo sospecharan. Soñar, al fin y al cabo, constituye un pasatiempo muy poco oneroso. Pero en política dejar que los sueños dominen la vigilia resulta extremadamente peligroso. Porque entonces se puede pretender ejercer el poder con el único objetivo de convertir en realidad lo que no pasa de ser una fantasía privada.

A la vista de los datos del informe, se diría que ha llegado el momento de que el nacionalismo razonable diga adiós a su idea de Euskal Herria -esa ilusión formada por siete provincias, desde Cortés a Bidache, de Isaba a Carranza-. Al menos, si de verdad le importan quienes pueblan estas tierras -en especial la navarra- y si no es que ha previsto, como un mal necesario, su futura repartición entre dos administraciones, como hizo el nacionalismo irlandés en 1921, a fin de obtener la ansiada independencia. De lo contrario, no tiene ningún sentido hacer de una identidad que la inmensa mayoría de la población no siente el eje de su política en Navarra. Supongo que no será nada fácil afrontarlo, pero a estas alturas la gente ya es mayorcita y sabe de sobra cuál es su identidad. Y no va a aguantar que ningún misionero, por muy jatorra que sea, se empeñe en revelarle de dónde debe sentirse, ni cuál es su verdadero país o su auténtica lengua. Hasta que no se produzca una renuncia a dirigir y autentificar la identidad del prójimo no puede escandalizar a nadie que el nacionalismo vasco sea percibido por muchos como la principal amenaza para el futuro de la sociedad navarra. Y me temo que esto vale también para el otro lado de la muga.

No tenía previsto ponerme tan solemne, así que para compensar terminaré con un pequeño chiste. Se abre el telón. Es domingo, 27 de mayo de 2007, a eso de las diez de la noche. La televisión confirma que el nacionalismo vasco se ha convertido en la segunda fuerza política en Navarra. Podrá formar gobierno en coalición con la izquierda. ¿Cómo se llama la película?... «El porvenir de una ilusión». Ya. Tampoco a mí me hace gracia. Pero no me deja de parecer una broma extraña la posibilidad de que dentro de sólo unos meses el futuro de esta sociedad esté en manos de los catequistas de esa fantasía tan minoritaria que es la gran Euskal Herria o, lo que es lo mismo, que esa ilusión tenga tanto porvenir.

Ojalá que a la izquierda no nacionalista tampoco le haga ninguna gracia el chiste.

Iñaki Iriarte López es profesor de la Universidad del País Vasco

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