miércoles, 12 de diciembre de 2007

Kosovo y Neguri

Diario de Navarra 2007/12/12

“En el fondo, y como reconocen muchos nacionalistas, un pueblo o una nación no se define por la raza, la lengua ni el folklore, sino por la conciencia. Es, en otras palabras, cuestión de sentimiento, algo profundamente subjetivo. Por eso mismo, las diferencias entre etnias son diferencias entre sentimientos y, como tales, imposibles de solventar racionalmente.”
Iñaki Iriarte López

Kosovo y Neguri
Es ya seguro que la provincia de Kosovo va a independizarse de Serbia con el beneplácito de Estados Unidos y la Unión Europea. Para el que suscribe, ese apoyo consagra, en la práctica, el derecho a la autodeterminación de cualquier entidad administrativa, por pequeña que sea. La que ya deberíamos considerar nuestra patria, Europa, comete el error histórico de renunciar a promover una democracia en la zona para colaborar en la creación de otra etnocracia: habrá ocasiones de sobra para lamentarlo.

No es la primera vez que se produce un desastre de este tipo. Ya en 1919, el presidente norteamericano Wilson impuso a la devastada Europa un plan de paz basado en la autodeterminación para resolver el problema de los nacionalismos, que había causado la Primera Guerra Mundial. Conforme a ello, los pueblos, las etnias, decidirían en referéndum a qué Estado querían pertenecer. ¿Por qué era tan terrible un principio a primera vista tan razonable? Por dos razones. En primer lugar, porque sustituía el principio de igualdad entre los ciudadanos, -la conquista básica de la Revolución Francesa-, por otro donde se primaban las diferencias étnicas entre ellos. Se subvertía así la base de la democracia, que exige que cada ciudadano deje de ver en los demás a "católicos", "nobles", "judíos", "gitanos", etc., para ver simplemente "conciudadanos", iguales a él en dignidad, derechos y deberes. Es entonces y sólo entonces cuando tiene sentido apelar a la voluntad de la mayoría como criterio de gobierno. En segundo lugar, el principio de autodeterminación era funesto porque, en un continente tan viejo y complejo como Europa, el mapa de las etnias se parece a un calidoscopio, en el que cuantas más vueltas se le dé más y más identidades aparecen. ¿Cuántos pueblos, hay, por ejemplo en Francia? ¿Cinco -catalanes, franceses, vascos, corsos y bretones-, como se reflejaba en muchos atlas étnicos de principios del siglo XX? ¿Y qué pasa con los picardos, alsacianos, saboyanos, normandos, gascones, occitanos, bearneses, etc.? ¿Cómo decidir cuándo estamos ante una mera denominación histórica o administrativa y cuándo ante una nación? Por otro lado, ¿cuáles son los límites de cada identidad? ¿Son los descendientes de inmigrantes magrebíes un pueblo, son franceses o meros apátridas?

En el fondo, y como reconocen muchos nacionalistas, un pueblo o una nación no se define por la raza, la lengua ni el folklore, sino por la conciencia. Es, en otras palabras, cuestión de sentimiento, algo profundamente subjetivo. Por eso mismo, las diferencias entre etnias son diferencias entre sentimientos y, como tales, imposibles de solventar racionalmente. Si a esto se añade el hecho de que muy a menudo diferentes identidades conviven en un mismo territorio y compiten por administrar unos mismos recursos, se comprende cuán peligroso resulta organizar la convivencia a partir del principio de autodeterminación y cómo éste, de hecho, lejos de traer la paz provocó la siguiente contienda mundial y, de rebote, las terribles guerras balcánicas de finales del siglo XX.

Casi noventa años después del plan de Wilson, el derecho a la secesión de Kosovo, bendecido ahora por la UE y EE UU, reabre una caja de Pandora difícil de cerrar. Porque, en efecto, si Kosovo tiene derecho a independizarse, ¿por qué no lo iba a tener también el País Vasco? Y si lo tiene el País Vasco, ¿por qué no Álava o Treviño? Y, en último extremo, ¿por qué no Neguri? Si basta aducir una conciencia, un sentimiento, para ser reconocido como sujeto político, ¿por qué no crearse una a medida? Por lo demás, ¿qué sucederá cuando en un mismo bloque de casas o en una misma familia unos tienen una conciencia nacional y otros otra? ¿Cómo se resolverá qué derecho impera en cada casa o portal? ¿A tortas, como sugirió en su día Ibarretxe? ¿Y qué se hace con quienes no tienen clara su pertenencia a ninguna etnia? ¿No sería mejor dejar de obsesionarnos con "particularidades culturales", "especificidades históricas" y demás fórmulas hueras y centrarnos en lo que nos une, iguala y permite el progreso?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Ante la que tenemos y ante la que se avecina, podemos adoptar varias posturas, pero en la práctica son resumibles en dos:

Una.- Seguir peleando contra el sinsentido de los nacionalistas ombliguistas, seguramente dándonos cabezazos contra duras paredes, y con una pelea prácticamente ya perdidada, gracias al poder desproporcionado de los partidos separatistas en las Instituciones del Estado.

Dos.- Luchar con sus mismas armas, razonar con sus propios argumentos y reducir sus planteamientos a situaciones absurdas y callejones sin salida.

Me explico, admitamos como hipótesis de partida todos sus argumentos, reivindiquemos todos sus postulados, y exijamos al igual que ellos, y basándonos en sus mismas tesis, la independencia de Álava o Gipuzkoa respecto del País Vasco, la independencia de ambas a la vez respecto de Bizkaia, la independencia de Donostialdea respecto de Gipuzkoa y Euskadi simultáneamente y para finalizar reivindiquemos la anexión de cualquiera estos y otros posibles territorios a Navarra.

Las razones políticas son exactamente las mismas que ellos pregonan y las razones históricas que nos respaldan son de mayor rigor que las que ellos esgrimen.

Llevemos su agua a nuestro molino y que muelan como puedan. Al final demostremos la estupidez de sus planteamientos por reducción ab absurdum, tal como nos enseñaron cuando estudiabamos matemáticas en el bachillerato de verdad.

Anónimo dijo...

Muy buena entrada. Creo, efectivamente, que crear estaditos es un error. En una sociedad democrática y con libertad de oportunidades, cada vez tiene menos sentido el espíritu ombliguista que se basa en potenciar las diferencias (muchas veces imaginarias) en vez de fijarse en las igualdades.
Es como si nos asomamos a un termitero y, para nosotros que las termitas son todas idénticas, estuviesen peleándose por que unas andan con la patita izquierda primero y otras con la derecha. ¿Qué opinaría un experto biólogo nacionalista? ¿Serían capaces las "izquierdas" de desarrollar un sistema social sin el apoyo de las "derechas"? ¿Acaso no viven todas en el mismo termitero y comparten demasiados intereses comunes para su supervivencia?
Ah... cómo me gustaría saber escuchar a las termitas.

Magda

Anónimo dijo...

los nacionalistas, o fanaticos perdidos (toda vez que los guia la sinrazon o sencilla visceralidad) no han de ser, pienso, el principal objetivo del esfuerzo personal, sino el resto de conciudadanos.
Es en el resto en los que se ha de fomentar el espiritu critico, el derecho y uso de la libertad, sobre el que diran y el temor.
Rescatando el modelo de ciudadano sobre el de subdito que nos quiren volver a imponer
Desde Barcelona gracias ciudadanos por vuestros esfuerzos